«El día del 7 de noviembre, el día rojo del calendario», este versecillo infantil acompañaba a nosotros, a los que ha crecido durante la época soviética, durante muchas generaciones. Era una fiesta oficial más importante en la URSS. En la noche del 7 al 8 de noviembre (según el calendario gregoriano) tuvo lugar la Revolución de Octubre (porque según el calendario juliano vigente en el Imperio ruso y mantenido hasta 1918, todo sucedió en la noche del 24 al 25 de octubre), también conocida como Gran Revolución Socialista de Octubre. Tal noche tras un disparo de los cañones del crucero Aurora que así dio un señal para el asalto del Palacio de Invierno en Petrograd (así entonces se llamaba San Petersburgo), un grupo de obreros, soldados y marinos, todos armados, tomaron el Palacio de Invierno que fue un sede del Gobierno Provisional, al cual lo destronaron y establecieron el Poder Soviético que reinó durante los 73 años posteriores.

El crucero Aurora. Foto de Wilson44691
No voy a relatar toda la historia, pero comparto ciertos recuerdos del «día rojo» del calendario soviético. Los comunistas siendo ateístas «canonizaron» esta fecha haciendo un ícono de todo lo sucedido aquella noche. Todos los 7 de noviembre toda la gente de todas las ciudades y pueblos del país estuvo obligada salir a manifestaciones en honor del nacimiento del poder soviética. Habían quienes tuvieron toda la fe a los comunistas y sintieron mucha alegría por vivir en los tiempos «históricos», pero mostrar la fe y alegría deberían todos. Por eso mirando desde fuera a las mencionadas manifestaciones podría parecerse que toda la población soviética estaba exultada, cantando canciones revolucionarias, llevando banderines y flores de papel (por la ausencia de las flores vivas en Rusia invernal, es que normalmente el noviembre en la Rusia central es un pleno invierno) y pasando horas en frío, y sin la ropa y calzado suficiente en la mayoría de los casos. Las autoridades soviéticas por su parte observaban las manifestaciones desde tribunas, saludaban a todos los grupos gritándoles «Hurra, camaradas» y de todos los lados sonaban los «hurras» de respuesta.

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