Recuerdo muy bien tal sensación que se me ocurrió cuando de pequeña me llevaron por primera vez en la Galería Tretiakov de Moscú, donde están expuestas las obras de muchos pintores rusos desde la antigüedad hasta el siglo XX. Más de todo me sorprendieron los cuadros de Iván Aivazovsky. Parecía que era imposible pintar así el mar, sin importar si sea tranquilo o inquieto, que siempre aparece lleno de la luz y la sombra, y que es tanto natural que casi sentí su olor y el sabor de sus gotas, ligeramente amargas y saladas a la vez. Hasta ahora creo que el mejor mar alguna vez pintado vi en sus obras. Hoy día su secreto está parcialmente descubierto y cosiste en finísimas pinceladas de pintura (este truco se llama la veladura) que permite crear «el agua viva», transparente, por lo cual su obra a veces más parece a la acuarela que al óleo. Hace 200 años, el 29 de julio de 1817, nació Iván Aivazovsky, un pintor ruso de origen armenio que hasta ahora es considerado uno de los mejores artistas de marinas en la historia del arte mundial.

Iván Aivazovsky. Tempestad en el mar nocturno.
Iván Aivazovsky (su nombre original armenio fue Hovannés Aivazián) nació en la ciudad de Feodosia, situada en la península de Crimea, que formaba parte del Imperio ruso. Por aquel entonces fue no más que un pequeño puerto del mar Negro. El padre de Iván fue un exitoso comerciante, pero varios años antes de su nacimiento, durante la epidemia de peste en 1812, se había arruinado. Pero el futuro artista llevaba la vida que le gustaba: fue enamorado del mar, contemplándolo todos los días y dibujándolo en todos sus estados. Su talento no fue limitado con capacidades artísticas, también fue dotado de ingenio musical, y aún aprendió tocar el violín por sí mismo, sin tomar lecciones. Por mera casualidad una vez su dibujo vio Yakob Koj, un arquitecto local, y ya al día siguiente lo mostró al gobernador de la ciudad, Aleksandr Kaznacheev. El gobernador odiaba todos los tipos de enchufe o cuña, pero en aquel caso olvidó sus convencimientos y empezó a ayudar al niño talentoso. Desde entonces el arquitecto compraba pinturas y materiales para Iván, y el gobernador encontraba para él los mejores profesores metiéndolo finalmente en el colegio. A sus 14 años Aivazovsky ya fue matriculado en la Academia Imperial de las Artes de San Petersburgo, la capital del imperio en aquellos tiempos.
Omitiendo ciertos detalles para no fatigaros (esa información se puede encontrarla en Wikipedia en español, es bastante completa y muy interesante, como fue toda la vida del pintor), hay que mencionar que finalizó sus estudios con una medalla de oro y dos años antes de lo normal, como fruto de sus logros extraordinarios. Luego viajaba visitando muchos países de Europa, inclusivamente España, mucho tiempo pasó en Italia y fue premiado con una medalla de oro de las manos del mismo papa Gregorio XVI que también compró uno de sus cuadros dedicado al tema de la creación del mundo.

Iván Aivazovski. El caos.
Trabajó varios años en Sorrento donde poco a poco fue formado su estilo de crear: pintaba al aire libre muy poco, recreando los paisajes de memoria en su estudio de pintor. Tuvo gran éxito en el extranjero, recibiendo buena estimación como crítica tanto comercial, tuvo muchos premios de distintos países, incluso dos Legiones de Honor de Francia. Posteriormente fue incluido como un miembro honorario en las famosas Academias de Artes. Al regresar a Rusia, Aivazovsky fue nombrado el artista oficial del Estado Mayor Naval del Imperio ruso, para pintar marinas, naves de la Armada rusa, escenas costeras y batallas navales. Estuvo a un par de pasos para convertirse en un pintor de cámara, pero eligió el otro destino. Volvió a su ciudad natal, a su querida Feodosia, para establecerse allí. Construyó una casa con estudio de pintor, tuvo familia (su vida privada también consistía de varios virajes), aunque siempre ha viajado mucho realizando su trabajo para la Marina.

Iván Aivazovsky. El mar Negro.
Durante su vida Aivazovsky pintó más de 6000 cuadros y organizó alrededor de 125 exposiciones personales en Rusia y en el extranjero. Algunas veces fue criticado por seguir el romanticismo mientras las tendencias del arte de la época declinaron al realismo, además por cierta repetición de los temas y recursos artísticos. Lo último el mismo pintor comentó que cada vez intentaba corregir sus faltas anteriores y mejorar su obra. Entre sus numerosos premios fueron varias medallas que le había otorgado el sultán del Imperio otomano, con quien tuvo cierta amistad. Sin embargo, después de las masacres armenias que tuvieron lugar en 1894 – 1896 en el territorio turco, lanzo todas las medallas otomanas al mar. El autorretrato del pintor de 1874 está en la Galería Uffizi en Florencia, Italia.

Iván Aivazovsky. Autorretrato (1874).
El pintor está enterrado en Feodosia, en el cementerio de la iglesia armenia medieval de San Sargis.

La tumba de Aivazovsky con la inscripción en armenio: «Nació mortal, dejó una memoria inmortal».
La iglesia armenia de San Sargis es una de las más antiguas en Feodosia, la ciudad que siempre, así como todos los puertos de Crimea, ha sido multicultural. En esta iglesia Aivazovsky no sólo fue bautizado, casado y enterrado, sino que pintó al fresco su interior.

La iglesia armenia medieval de San Sargis.

Un fragmento de la fachada de la iglesia.
Sólo cuando visité Feodosia, conocí que Aivazovski era no sólo un pintor genial sino un ciudadano muy fiel y digno. Su ciudad, donde el pintor nació, vivió y murió en 1900, se acuerda de su hijo ilustre, que fue y sigue siendo el primer ciudadano honorario de Feodosia. El mayor fruto de su vida hasta ahora está luciendo junto al mar: la Galería Aivazovsky que ocupa dos casas vecinas situadas en una misma calle: la del pintor y la de su hermana. El museo, heredado por el artista a la ciudad de Feodosia, contiene la mayor colección artística de Aivazovsky en el mundo y además alberga las obras de sus aprendices y de los pintores de la escuela de pintura de Cimmería, un corriente artístico regional formado con su apoyo (aquí está mi artículo dedicado al otro gran representante de la misma).

La Galería de Aivazovsky en Feodosia. La casa de la hermana del artista.

El monumento a Aivazovsky frente a su casa y galería.
La galería no es el único don del pintor a su ciudad: hizo muchísimo para el desarrollo urbano y la prosperidad de Feodosia, abrió la escuela de bellas artes, mostró gran iniciativa para la fundación del auditorio y la biblioteca local, gracias a sus esfuerzos se construyeron un puerto comercial en la ciudad y el ferrocarril que se unió a la red ferroviaria continental de Rusia. Tuvo pasión por la arqueología, preocupándose por la protección de los monumentos de Crimea, dirigiendo las excavaciones arqueológicas y encontrando objetos de valor histórico y artístico. Construyó según su diseño y por su propia cuenta un nuevo edificio del Museo de las Antigüedades de Feodocia, que estuvo situado en la cumbre del monte Mitridat y que, por desgracia, fue destruido en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial (aunque el contenido del museo sigue conservándose en el otro edificio que se puede visitar). Ahora de tal construcción sólo se queda un solar, aunque entre las autoridades de la ciudad a veces aparece una idea de recuperarla.
También con su diseño y por su cuenta levantó el Fuente de la Memoria en honor del alcalde Aleksandr Kaznacheev (así agradeciéndole por su brillante futuro que el gobernador había regalado a él), que tampoco se conserva desde los cuarenta. El tema del agua fue muy importante para Aivazovski, y no sólo por ser marinista. En 1886 Feodosia sufrió la falta grave del agua dulce. Aivazovsky, que por entonces además de su casa urbana tuvo una hacienda en una aldea cercana, con un manantial en su territorio, no pudo estar apartado del problema e instaló la conducción del agua desde su finca hasta la ciudad, regalando a los ciudadanos gratuitamente 50 mil de cántaras diarias del agua limpia para usufructo perpetuo. La fuente, de la cual brotaba el agua para el uso de todos los habitantes, la construyeron en un parque según el diseño de Aivazovsky, y hasta ahora está ubicado en su propio lugar y lleva el nombre del pintor.

La fuente Aivazovsky
En reconocimiento de tal generoso regalo de parte de la ciudad fue construida el fuente-monumento con una inscripción «Al Genio del Bien». En la década de los 40 el monumento también fue perdido, aunque recuperado en 2004, esta vez la inscripción dice: «A Aivazovsky el Grande y a sus aprendices de parte de la Feodosia agradecida».
Primero, me confieso: No tenía ni repajolera idea de este señor.
Sin embargo, tus notas biográficas sobre el pintor y los comentarios sobre su carrera han solventado eso.
Espectacular el cuadro «El caos», con ese nubarrón que, con toda intención, es una neblinosa figura sombría y macabra, una especie de muerte que se cierne sobre el mar tempestuoso. Por cierto, más de 6000 cuadros… ¡Qué figura el tío!
Muy buena la pequeña referencia a uno de los grandes genocidios olvidados (aunque el grande aún tardaría en llegar unos veinte años).
Me ha gustado, me da que voy a echar un vistazo a las imágenes que me saque el Google de sus cuadros, a ver qué me encuentro 🙂
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Como siempre, aprendo mucho leyendo tus comentarios. 🙂 Una palabra nueva, «repajolero». 😀
Fue un pintor muy productivo. Lo de la imagen que aparece en «El caos», me gusta tu impreción como la especie de muerte, así se ve cierta unidad de vida y muerte. Además me parece que esa figura es muy de los «tuyos», es decir de los monstruos lovecraftinos.
En cuanto al otro gran genocidio, ¿te refieres a la Primera Guerra Mundial?
Las imágenes hay mucho en la red, en Wikipedia Commons también. Ya me contarás.
¡Un abrazo!
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En efecto, el gran genocidio de 1915. Ese que al gobierno turco sigue poniendo muy nerviosito (independientemente de quién haya gobernado desde la proclamación de la república por Ataturk) cada vez que se menciona y busca hacer que el resto del mundo olvide.
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Gracias por recordármelo, tuvo que googlear porque me he confundido.
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Preciosas las marinas. A mí me han traído a la memoria, salvando las distancias, a los paisajistas holandeses del XVII. Un saludo
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Tienes mucha razón, Julio. La transparencia de las pinceladas, la realidad junto con romanticismo (por lo menos los intentos iniciales de él), las obras son algo parecidas, aunque todas tienen su toque muy especial. ¡Gracias por pasar! Un saludo
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Tienes razón, se parecen pero cada una tiene su alma
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Es mpresionnte la erudición y pasión únisonas con las que escribiste este artículo hace ya casi dos años y que hoy agradezco sinceramente.
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¡Hola, Jole! ¡Muchas gracias!
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