Recuerdo muy bien tal sensación que se me ocurrió cuando de pequeña me llevaron por primera vez en la Galería Tretiakov de Moscú, donde están expuestas las obras de muchos pintores rusos desde la antigüedad hasta el siglo XX. Más de todo me sorprendieron los cuadros de Iván Aivazovsky. Parecía que era imposible pintar así el mar, sin importar si sea tranquilo o inquieto, que siempre aparece lleno de la luz y la sombra, y que es tanto natural que casi sentí su olor y el sabor de sus gotas, ligeramente amargas y saladas a la vez. Hasta ahora creo que el mejor mar alguna vez pintado vi en sus obras. Hoy día su secreto está parcialmente descubierto y cosiste en finísimas pinceladas de pintura (este truco se llama la veladura) que permite crear «el agua viva», transparente, por lo cual su obra a veces más parece a la acuarela que al óleo. Hace 200 años, el 29 de julio de 1817, nació Iván Aivazovsky, un pintor ruso de origen armenio que hasta ahora es considerado uno de los mejores artistas de marinas en la historia del arte mundial.

Iván Aivazovsky. Tempestad en el mar nocturno.